EL FALLO ADVERSO DE LA CORTE ESTADOUNIDENSE
Qué pasará con la economía familiar
Desde una
fábrica de autos hasta una de bicicletas o sectores emergentes como la
industria vitivinícola vienen sufriendo las trabas aduaneras desde 2012.
Las novedades judiciales adversas borraron del mapa las mínimas
posibilidades que había de una flexibilización mayor del “cepo” al
dólar, que impacta de lleno por ejemplo en el mercado inmobiliario.
Por Javier Alvarez, de NA
La
extensión del conflicto judicial con los fondos buitre por el revés de
la Corte Suprema estadounidense impedirá que la Argentina pueda promover
el ingresos de nuevos capitales para obras de infraestructuras y
producción y además presiona muy fuerte sobre variables sensibles como
el tipo de cambio y la inflación.
Sin conocer los pormenores
de las cuestiones jurídica y financiera de fondo, dos albañiles de
Moreno se preguntaban días atrás en voz alta en su regreso a casa en el
tren Sarmiento qué pasará con la Argentina ahora, cómo impactará esto en
sus trabajos, en sus ingresos y en el bienestar de sus familias.
Los
comentarios ocuparon gran parte del debate familiar en el desayuno del
martes último en muchos hogares dado que las dudas persistieron aún
después de la Cadena Nacional de la presidenta Cristina Kirchner, quien
ratificó la posición política del país ante el problema pero no reveló
cuál será el plan de acción para resolverlo.
La cuestión
central está en que el sector financiero le marca la cancha a la
economía real: en este caso, la prolongación del conflicto con los
fondos buitre impide que el país continúe en el camino de normalización
que había iniciado con Repsol, el Ciadi y el Club de París para mejorar
su imagen - marcada por un catastrófico default- de cara a generar
ingresos de capitales.
El fallo, por ejemplo, hizo saltar
15,33 por ciento a 850 puntos básicos el riesgo país, ese indicador que
elabora la banca estadounidense J.P. Morgan Chase con sede en Nueva
York, que fue y es para el país una pesada mochila cargada con tasas de
altísimo interés que impiden -en parte- buscar un crédito externo
potable.
Y si no ingresan dólares por la vía de la inversión
directa (de empresas) o de créditos de organismos internacionales, las
importaciones de bienes e insumos para la industria van de frente a
convertirse en la variable de ajuste del plan del Banco Central para
proteger las reservas, que bajaron del récord de 52.624 millones
alcanzado el 26 de enero del 2011 a 28.831 millones ahora.
Y
ya los trabajadores saben qué ocurrió cuando las importaciones fueron la
variable de ajuste: se complicó el ingreso de insumos para la industria
y puso en la cuerda floja a cientos de miles de empleos, con
suspensiones concretas, principalmente en rubros que no consiguen la
materia prima exacta o similares fronteras adentro.
Desde una
fábrica de autos hasta una de bicicletas o sectores emergentes como la
industria vitivinícola vienen sufriendo las trabas aduaneras desde 2012
cuando el entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno,
decidía lapicera en mano y con una planilla qué ingresaba y qué no, lo
que terminó por achicar la oferta de bienes y encarecer lo disponible.
Asimismo,
las novedades judiciales adversas borraron del mapa las mínimas
posibilidades que había de una flexibilización mayor del “cepo” al
dólar, que impacta de lleno por ejemplo en el mercado inmobiliario que
pasa su peor momento en los últimos 35 años por una brutal caída en las
ventas.
Sólo en la Capital Federal, la compra y venta de
inmuebles volcaba unos 11.500 millones de dólares al año a la economía
hasta noviembre de 2011 cuando nació el cepo, de los cuales ya se
perdieron unos 3.800 millones por año que ahora duermen en cajas de
seguridad o buscan un rédito ínfimo en plazos fijos.
La
Argentina necesita créditos de organismos como el Banco Mundial, el
Fondo Monetario o incluso los Brics para mejorar cuestiones que hacen a
la calidad de vida de sus habitantes: cloacas, asfalto, agua potable,
energía eléctrica y gas.
El gasoducto del NEA es una
necesidad imperiosa para unos 3,5 millones de argentinos que viven en la
región más empobrecida del país y que cocinan y calientan el agua para
bañarse en condiciones muy desfavorables respecto de los porteños,
porque se ven obligados a consumir garrafas de GLP que en la cuenta
mensual es mucho más caro que el gas natural.
Además de
impactar contra el déficit fiscal porque el Gobierno sigue imprimiendo
sin respaldo, la falta de inversión y la huida de capitales al colchón
no hacen más que impedir el crecimiento de la producción de bienes y
servicios, lo que restringe la oferta y la competencia y monta un
escenario propicio para que la inflación no halle paz.
Con
precios en alza y empleos en el tembladeral, las familias padecen como
un latigazo un fallo que el mundo financiero dice no esperaba a pesar de
la tradición del capitalismo estadounidense más recalcitrante y salvaje
de cuidar sus capitales y llamar inversiones a quienes buscan ocasiones
de rentabilidad extraordinaria en países que agonizan o están
despertando de la muerte.
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