El que salta o hace una cabriola, sorprende al público. Y si el que
hace girar la perinola es el Estado, y este es el caso, el público se
somete a las posibilidades de que el que la gira “toma 1, toma 2, toma
todo y todos ponen”. Las caras de la perinola hoy son múltiples y aquí
se llaman quita de subsidios y aumento de tasas de interés entre otras.
Desde hace unos días nuestro gobierno avanza a las piruetas. Sin decirlo.
Todos coincidimos en que no podía o no puede seguir, por donde iba y
que necesita recursos de alguna vertiente siendo que ninguna, salvo Vaca
Muerta, es virgen.
Cualquier pirueta puede salir bien o terminar en un porrazo. Y la
perinola, que se hace girar sobre paño conocido, puede rendir poco.
A pesar del corte de los subsidios, el 90 por ciento de ellos sigue de pie. Un aviso de lo que está por venir.
Fue una sorpresa que en el kirchnerismo es un clásico. Pero sorpresa
“esperada”. Hace más de dos años CFK amenazó con la sintonía fina.
Por razones anatómicas los pingüinos no retroceden (que en política es
no reconocer el recorrido equivocado). Dan vuelta cuando tienen “la ñata
contra el vidrio”. La dirección es firme. Pero puede ser la contraria.
En el alba de 2014 la pirueta ha sido completa. Devaluación importante y
suba de la tasa de interés por encima de la tasa de inflación más
tarifas al alza. Ese fue el prólogo. El primer capítulo es la baja en 10
por ciento de lo que gasta el Estado en subsidios. Seguirán otros
ajustes o bien surgirán recursos que permitan financiar el desfiladero
que va hasta las elecciones.
Ese combo, devaluación, intereses y tarifas, es un cañonazo sobre el
ingreso real disponible de los consumidores, el consumo y el ritmo de
actividad. La política de ingresos, que era implícita mientras se negaba
la verdadera inflación, inauguró el capítulo de la reducción de los
salarios reales. Con el reconocimiento de que la tasa de inflación es el
triple, la novedad es que ahora la política de ingresos es explícita:
los salarios reales deben bajar.
El primer indicio fue la decisión de aplicar sin más el ajuste de 11
por ciento en las jubilaciones; y le siguieron las presiones sobre los
sindicalistas K y el aviso de no homologar los convenios que se pasen de
la raya. La UOM ha sido el aliado ejemplar. Los maestros le pasaron el
lampazo. Y el 10 el paro amenaza con ser importante. El Gobierno quiere
bajar el salario real. No será fácil.
Si todo tiene éxito baja el consumo, tira para abajo la inflación por
demanda, y compromete el nivel de empleo. Nada salvo “la soja” sugiere
que lo que queda de la devaluación aporte a la exportación. Pero lo más
importante que nada, de este paquete, remueve las condiciones que
limitan la inversión reproductiva a la sola expansión y mejora de las
plantas existentes y al aprovechamiento extractivo de recursos
naturales. Y habrá que pensar en que los costos le pagan a la inflación.
La piruetano nos ayudará a crecer en lo que estamos atrasados. Estas
medidas no mejoran el déficit comercial industrial salvo la fuerza de la
recesión que puedan provocar, no aumentan la productividad urbana ni el
empleo en blanco de productividad media y alta. La mentalidad
imperante, más allá de las palabras, está formateada en la lógica
neoliberal de los noventa. Ni la desgracia ayuda. Florencio Randazzo
“resolverá” el problema ferroviario importando trenes llave en mano. Más
deuda, más importaciones, cero empleo y cero inversión reproductiva.
Volvamos a la pirueta. Como el fluido de la ortodoxia invadió el
razonamiento oficial muchas energías están puestas en lograr recursos
del exterior para evitar que el freno, que las medidas tomadas
provocarán, se convierta en parálisis.
La ayuda de la deuda para estos fines de caja (sin proyecto como lo
señala la política ferroviaria) es efímera. La vuelta a la calesita de
los mercados ¿Adicción al retorno de la deuda? O como dijo Aníbal Troilo
y que aplica a la economía de la deuda “Alguien dijo que yo me fui de
mi barrio. ¿Cuándo?... ¿Cuándo?... si siempre estoy llegando”. La
economía de la deuda no se fue porque la estructura no cambió. Pero es
otro tema.
Pero la búsqueda de financiamiento externo, desde el punto de vista del
discurso de la década, es una pirueta “plus”. No alcanzó con la soja y
los colosales términos del intercambio y ahora vuelve a hacer falta
endeudar a YPF en dólares (¿será para gastar en pesos?) ¿y?
Los actores de este escenario, que procura ser propicio para el ingreso
de morlacos verdes, son el pago a Repsol, el cumplimiento de las
sentencias del Ciadi, el contrato de YPF con Chevron, los avances con el
Club de París y las buenas relaciones con el FMI.
Por ahora nada indica que CFK haya aceptado la nueva revisión del
artículo IV del FM pero si la supervisión metodológica de los
indicadores de inflación y la contabilización del PBI. ¿La presencia del
FMI le “sirve” al INDEC para recuperar respetabilidad? Dados los
antecedentes y la falta de información sobre los datos incorporados, es
criterioso poner señal de duda: los precios pueden ser más altos y el
producto puede ser más bajo que los anunciados con los nuevos cálculos.
El producto resultó, según el INDEC, el más alto posible para no pagar
los 3,6 mil millones de dólares que habría que haberle pagado a los
bonistas si en lugar de 3 el PBI hubiera crecido el 3,22 por ciento. Y
el número de inflación ha sido el más bajo posible, a pesar de su
altura, para no hacer un papelón con el nuevo IPC.
La pirueta consiste en que el Gobierno acepta que la inflación es tres
veces más de la que antes afirmaba; y que el PBI en realidad crece a
casi la mitad de lo que decía. Inflación y PBI ahora suenan más acordes
con la realidad. Y eso es muy pero muy bueno.
Desde 2006 el país ha convivido con dos versiones estadísticas. La
oficial sin inflación y con mucho crecimiento. Y la “parecida a la
verdad” con mucha inflación y menos crecimiento. La primera versión es
la de una realidad esplendorosa. La segunda la de una economía
complicada.
La necesidad de buscar unos mangos por el mundo ha generado una
convergencia de, por lo menos, acerca de dónde estamos. No es coincidir
en el diagnóstico, ni en la cura, ni en el régimen de alimentación para
el desarrollo. Pero todos ahora coincidimos en que hay mucha inflación y
crecemos poco.
El remedio para el Gobierno parece ser ajuste de tipo de cambio, de
intereses, de tarifas y de salarios. Y si no alcanza, financiamiento
externo. Un retorno a las viejas estrategias.
Hoy el Gobierno se acerca a la realidad, al reconocer la inflación y
la mora en el crecimiento, pero sin revisar la información distorsionada
desde 2006. Y es que lo que hoy vivimos es consecuencia de la
distorsión estadística de estos 8 años que ha impedido un diagnóstico
certero y una política apropiada. Veamos tres ejemplos de lo que ha
significado ignorar la información.
Política ganadera. El fundamento de esa política fue que el stock
vacuno ascendía a setenta millones de cabezas. Ni un solo dato avalaba
esa enormidad. Con esa cifra se diseñó la política ganadera que
exterminó millones de cabezas, cerró frigoríficos, mandó miles de
trabajadores a la calle, redujo las exportaciones de proteínas animales,
nos sacó de los mercados de mayor rentabilidad y puso a la carne a los
precios de los Estados Unidos, gracias al dólar que atrasaba. Pero como
la verdad no justificaba la política inventaron los números.
Hidrocarburos, producción y nivel de las reservas. Las estadísticas
oficiales fueron veraces en la década. Ellas decían que íbamos a una
crisis importadora. La política ignoró los datos que el órgano público
producía. Estamos en un páramo del que, haciendo lo mejor, sólo podremos
salir dentro de muchos años.
Ignorar la información, generó crisis y pérdida de oportunidad.
Distorsiones en el INDEC. Estadísticas de precios manipulada para
negar la inflación que generó la absurda y dramática subestimación de la
pobreza estructural. Y además infló el cálculo del PIB. Esa
manipulación impidió diseñar, en una década de términos del intercambio
inimaginables, una política de reformas estructurales que reduzca la
pobreza por debajo del nivel heredado de los años ’90.
Las políticas cambiaria, de ingresos, fiscal, todas, han estado
condicionadas por todas estas distorsiones. La sociedad ha sido
encandilada por la abundancia de dólares de la soja que ésta vez, en
lugar de la deuda, financió la política de compensaciones sociales, los
subsidios, el déficit del boom automotor, el festival de Tierra del
Fuego y la fuga de capitales que en el primer período de CFK sumó 80 mil
millones de dólares.
La fotografía de hoy es la de una altísima conflictividad social y
violencia urbana. Los episodios de impiedad se suceden de manera
alarmante. Además la falta de escucha, por parte de los que deciden,
construye barreras que fragmentan sin razón y que están detrás del
interminable paro de los maestros y del paro general del 10.
La foto de hoy tiene de un lado la pobreza estructural y, del otro, la
innegable concentración de la riqueza que escandaliza con la
apropiación de las concesiones o de las empresas del Estado. Una nueva
oligarquía parecida a las oligarquías surgidas a la caída del Muro de
Berlín juega alrededor del poder.
Todo barro viene de lluvias anteriores. Frente a la fotografía
descripta vale recordar el consejo de Cristina Fernández: “No se trata
de fotografiarse con Francisco sino de leerlo”. Veamos. El Santo Padre
escribió: “Hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro
de una sociedad, será imposible erradicar la violencia”. (Evangelii
Gaudium, 59).
¿Cómo revertir la exclusión y la inequidad si el Gobierno afirma que
sólo hay un 6% de pobreza y un desempleo de 6,4%? ¿Cómo poner en duda
que el crecimiento se ha “derramado” si son esos los resultados
sociales?
La economía para el Gobierno, hasta este jueves, seguía creciendo a un
ritmo de casi el doble del de lo que ahora reconoce. ¿Cómo evalúa sus
políticas el Gobierno? Antes de la nueva inflación y el bajo
crecimiento, estábamos fenómeno; ¿y ahora no? ¿Qué hacemos? ¿Siempre
tenemos razón?
Felizmente el nuevo cálculo del PBI, por ahora, nos exime de pagar el
cupón PIB de la deuda externa. Algún día con otro clima de debate se
podrá analizar el error de haber propuesto una deuda con ajuste basado
en el crecimiento. Pero es otro tema.
Los “consultores serios” repetían “mientan pero paguen”. ¡Lo que hay que oír! .
La verdad o casi, nos salvó de esta cuota. Pero la mentira oficial
sobre la inflación, que duró ocho años, hizo que durante ese tiempo se
negara que la pobreza está clavada en diez millones de personas. Un
cuarto de la población vive “fuera del sistema”. Una situación
preperonista que está instalada luego de 20 años de gobierno alcanzado
gracias a la foto de Perón y Evita.
La ignorancia deliberada de la realidad nos llevó a la crisis de la
carne, a la energética y, lo que es peor, a no haber planteado la
erradicación estructural de la pobreza que habría implicado, para
cualquier pensamiento medianamente heterodoxo, el diseño de una política
industrial acorde a la magnitud del problema y un plan de largo plazo
sólo posible sobre la base de un consenso social y político amplio y
generoso.
La mentira sobre la inflación ha consolado a muchos por no haber hecho
nada estructural por erradicar la pobreza “porque no era necesario”.
Mantener la exageración del crecimiento nos habría obligado a “honrar el
compromiso del cupón PBI taca taca”. Aunque fuera mentira.
Los trabajadores del INDEC denunciaron “la destrucción de las estadísticas públicas”.
Decir la verdad siempre privilegia al Bien Común. Todavía falta sacar
algunas capas de la cebolla para llegar al corazón de la verdad y eso
hace llorar ... y, esperemos, reaccionar.
No hemos rifado 3,6 mil millones de dólares y el Gobierno se evitó un
papelón. La verdad, aunque sea triste, siempre es una buena noticia.
Sólo si sabemos donde estamos podemos trazar la ruta para llegar donde queremos ir.