domingo, 30 de marzo de 2014

LA PIRUETA

GOLPES DE TIMÓN


Pirueta, para la Real Academia Española, es un “salto acrobático consistente en uno o varios giros alrededor del eje vertical del saltador” y “cabriola y perinola” se asocian en el idioma francés. 
 
El que salta o hace una cabriola, sorprende al público. Y si el que hace girar la perinola es el Estado, y este es el caso, el público se somete a las posibilidades de que el que la gira “toma 1, toma 2, toma todo y todos ponen”. Las caras de la perinola hoy son múltiples y aquí se llaman quita de subsidios y aumento de tasas de interés entre otras.
Desde hace unos días nuestro gobierno avanza a las piruetas. Sin decirlo.
Todos coincidimos en que no podía o no puede seguir, por donde iba y que necesita recursos de alguna vertiente siendo que ninguna, salvo Vaca Muerta, es virgen. 
Cualquier pirueta puede salir bien o terminar en un porrazo. Y la perinola, que se hace girar sobre paño conocido, puede rendir poco. 
A pesar del corte de los subsidios, el 90 por ciento de ellos sigue de pie. Un aviso de lo que está por venir.
Fue una sorpresa que en el kirchnerismo es un clásico. Pero sorpresa “esperada”. Hace más de dos años CFK amenazó con la sintonía fina.
Por razones anatómicas los pingüinos no retroceden (que en política es no reconocer el recorrido equivocado). Dan vuelta cuando tienen “la ñata contra el vidrio”. La dirección es firme. Pero puede ser la contraria. 
En el alba de 2014 la pirueta ha sido completa. Devaluación importante y suba de la tasa de interés por encima de la tasa de inflación más tarifas al alza. Ese fue el prólogo. El primer capítulo es la baja en 10 por ciento de lo que gasta el Estado en subsidios. Seguirán otros ajustes o bien surgirán recursos que permitan financiar el desfiladero que va hasta las elecciones.
Ese combo, devaluación, intereses y tarifas, es un cañonazo sobre el ingreso real disponible de los consumidores, el consumo y el ritmo de actividad. La política de ingresos, que era implícita mientras se negaba la verdadera inflación, inauguró el capítulo de la reducción de los salarios reales. Con el reconocimiento de que la tasa de inflación es el triple, la novedad es que ahora la política de ingresos es explícita: los salarios reales deben bajar. 
El primer indicio fue la decisión de aplicar sin más el ajuste de 11 por ciento en las jubilaciones; y le siguieron las presiones sobre los sindicalistas K y el aviso de no homologar los convenios que se pasen de la raya. La UOM ha sido el aliado ejemplar. Los maestros le pasaron el lampazo. Y el 10 el paro amenaza con ser importante. El Gobierno quiere bajar el salario real. No será fácil. 
Si todo tiene éxito baja el consumo, tira para abajo la inflación por demanda, y compromete el nivel de empleo. Nada salvo “la soja” sugiere que lo que queda de la devaluación aporte a la exportación. Pero lo más importante que nada, de este paquete, remueve las condiciones que limitan la inversión reproductiva a la sola expansión y mejora de las plantas existentes y al aprovechamiento extractivo de recursos naturales. Y habrá que pensar en que los costos le pagan a la inflación.
La piruetano nos ayudará a crecer en lo que estamos atrasados. Estas medidas no mejoran el déficit comercial industrial salvo la fuerza de la recesión que puedan provocar, no aumentan la productividad urbana ni el empleo en blanco de productividad media y alta. La mentalidad imperante, más allá de las palabras, está formateada en la lógica neoliberal de los noventa. Ni la desgracia ayuda. Florencio Randazzo “resolverá” el problema ferroviario importando trenes llave en mano. Más deuda, más importaciones, cero empleo y cero inversión reproductiva. 
Volvamos a la pirueta. Como el fluido de la ortodoxia invadió el razonamiento oficial muchas energías están puestas en lograr recursos del exterior para evitar que el freno, que las medidas tomadas provocarán, se convierta en parálisis. 
La ayuda de la deuda para estos fines de caja (sin proyecto como lo señala la política ferroviaria) es efímera. La vuelta a la calesita de los mercados ¿Adicción al retorno de la deuda? O como dijo Aníbal Troilo y que aplica a la economía de la deuda “Alguien dijo que yo me fui de mi barrio. ¿Cuándo?... ¿Cuándo?... si siempre estoy llegando”. La economía de la deuda no se fue porque la estructura no cambió. Pero es otro tema.
Pero la búsqueda de financiamiento externo, desde el punto de vista del discurso de la década, es una pirueta “plus”. No alcanzó con la soja y los colosales términos del intercambio y ahora vuelve a hacer falta endeudar a YPF en dólares (¿será para gastar en pesos?) ¿y?
Los actores de este escenario, que procura ser propicio para el ingreso de morlacos verdes, son el pago a Repsol, el cumplimiento de las sentencias del Ciadi, el contrato de YPF con Chevron, los avances con el Club de París y las buenas relaciones con el FMI.
Por ahora nada indica que CFK haya aceptado la nueva revisión del artículo IV del FM pero si la supervisión metodológica de los indicadores de inflación y la contabilización del PBI. ¿La presencia del FMI le “sirve” al INDEC para recuperar respetabilidad? Dados los antecedentes y la falta de información sobre los datos incorporados, es criterioso poner señal de duda: los precios pueden ser más altos y el producto puede ser más bajo que los anunciados con los nuevos cálculos. 
El producto resultó, según el INDEC, el más alto posible para no pagar los 3,6 mil millones de dólares que habría que haberle pagado a los bonistas si en lugar de 3 el PBI hubiera crecido el 3,22 por ciento. Y el número de inflación ha sido el más bajo posible, a pesar de su altura, para no hacer un papelón con el nuevo IPC.
La pirueta consiste en que el Gobierno acepta que la inflación es tres veces más de la que antes afirmaba; y que el PBI en realidad crece a casi la mitad de lo que decía. Inflación y PBI ahora suenan más acordes con la realidad. Y eso es muy pero muy bueno.
Desde 2006 el país ha convivido con dos versiones estadísticas. La oficial sin inflación y con mucho crecimiento. Y la “parecida a la verdad” con mucha inflación y menos crecimiento. La primera versión es la de una realidad esplendorosa. La segunda la de una economía complicada. 
La necesidad de buscar unos mangos por el mundo ha generado una convergencia de, por lo menos, acerca de dónde estamos. No es coincidir en el diagnóstico, ni en la cura, ni en el régimen de alimentación para el desarrollo. Pero todos ahora coincidimos en que hay mucha inflación y crecemos poco. 
El remedio para el Gobierno parece ser ajuste de tipo de cambio, de intereses, de tarifas y de salarios. Y si no alcanza, financiamiento externo. Un retorno a las viejas estrategias.
Hoy el Gobierno se acerca a la realidad, al reconocer la inflación y la mora en el crecimiento, pero sin revisar la información distorsionada desde 2006. Y es que lo que hoy vivimos es consecuencia de la distorsión estadística de estos 8 años que ha impedido un diagnóstico certero y una política apropiada. Veamos tres ejemplos de lo que ha significado ignorar la información.
Política ganadera. El fundamento de esa política fue que el stock vacuno ascendía a setenta millones de cabezas. Ni un solo dato avalaba esa enormidad. Con esa cifra se diseñó la política ganadera que exterminó millones de cabezas, cerró frigoríficos, mandó miles de trabajadores a la calle, redujo las exportaciones de proteínas animales, nos sacó de los mercados de mayor rentabilidad y puso a la carne a los precios de los Estados Unidos, gracias al dólar que atrasaba. Pero como la verdad no justificaba la política inventaron los números. 
Hidrocarburos, producción y nivel de las reservas. Las estadísticas oficiales fueron veraces en la década. Ellas decían que íbamos a una crisis importadora. La política ignoró los datos que el órgano público producía. Estamos en un páramo del que, haciendo lo mejor, sólo podremos salir dentro de muchos años. 
Ignorar la información, generó crisis y pérdida de oportunidad. 
Distorsiones en el INDEC. Estadísticas de precios manipulada para negar la inflación que generó la absurda y dramática subestimación de la pobreza estructural. Y además infló el cálculo del PIB. Esa manipulación impidió diseñar, en una década de términos del intercambio inimaginables, una política de reformas estructurales que reduzca la pobreza por debajo del nivel heredado de los años ’90.
Las políticas cambiaria, de ingresos, fiscal, todas, han estado condicionadas por todas estas distorsiones. La sociedad ha sido encandilada por la abundancia de dólares de la soja que ésta vez, en lugar de la deuda, financió la política de compensaciones sociales, los subsidios, el déficit del boom automotor, el festival de Tierra del Fuego y la fuga de capitales que en el primer período de CFK sumó 80 mil millones de dólares. 
La fotografía de hoy es la de una altísima conflictividad social y violencia urbana. Los episodios de impiedad se suceden de manera alarmante. Además la falta de escucha, por parte de los que deciden, construye barreras que fragmentan sin razón y que están detrás del interminable paro de los maestros y del paro general del 10. 
La foto de hoy tiene de un lado la pobreza estructural y, del otro, la innegable concentración de la riqueza que escandaliza con la apropiación de las concesiones o de las empresas del Estado. Una nueva oligarquía parecida a las oligarquías surgidas a la caída del Muro de Berlín juega alrededor del poder. 
Todo barro viene de lluvias anteriores. Frente a la fotografía descripta vale recordar el consejo de Cristina Fernández: “No se trata de fotografiarse con Francisco sino de leerlo”. Veamos. El Santo Padre escribió: “Hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad, será imposible erradicar la violencia”. (Evangelii Gaudium, 59).
¿Cómo revertir la exclusión y la inequidad si el Gobierno afirma que sólo hay un 6% de pobreza y un desempleo de 6,4%? ¿Cómo poner en duda que el crecimiento se ha “derramado” si son esos los resultados sociales? 
La economía para el Gobierno, hasta este jueves, seguía creciendo a un ritmo de casi el doble del de lo que ahora reconoce. ¿Cómo evalúa sus políticas el Gobierno? Antes de la nueva inflación y el bajo crecimiento, estábamos fenómeno; ¿y ahora no? ¿Qué hacemos? ¿Siempre tenemos razón?
Felizmente el nuevo cálculo del PBI, por ahora, nos exime de pagar el cupón PIB de la deuda externa. Algún día con otro clima de debate se podrá analizar el error de haber propuesto una deuda con ajuste basado en el crecimiento. Pero es otro tema.
Los “consultores serios” repetían “mientan pero paguen”. ¡Lo que hay que oír! . 
La verdad o casi, nos salvó de esta cuota. Pero la mentira oficial sobre la inflación, que duró ocho años, hizo que durante ese tiempo se negara que la pobreza está clavada en diez millones de personas. Un cuarto de la población vive “fuera del sistema”. Una situación preperonista que está instalada luego de 20 años de gobierno alcanzado gracias a la foto de Perón y Evita. 
La ignorancia deliberada de la realidad nos llevó a la crisis de la carne, a la energética y, lo que es peor, a no haber planteado la erradicación estructural de la pobreza que habría implicado, para cualquier pensamiento medianamente heterodoxo, el diseño de una política industrial acorde a la magnitud del problema y un plan de largo plazo sólo posible sobre la base de un consenso social y político amplio y generoso.
La mentira sobre la inflación ha consolado a muchos por no haber hecho nada estructural por erradicar la pobreza “porque no era necesario”. Mantener la exageración del crecimiento nos habría obligado a “honrar el compromiso del cupón PBI taca taca”. Aunque fuera mentira. 
Los trabajadores del INDEC denunciaron “la destrucción de las estadísticas públicas”.
Decir la verdad siempre privilegia al Bien Común. Todavía falta sacar algunas capas de la cebolla para llegar al corazón de la verdad y eso hace llorar ... y, esperemos, reaccionar.
No hemos rifado 3,6 mil millones de dólares y el Gobierno se evitó un papelón. La verdad, aunque sea triste, siempre es una buena noticia. 
Sólo si sabemos donde estamos podemos trazar la ruta para llegar donde queremos ir. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario