El subcampeón menos pensado
GIMNASIA 0 - BOCA 1Sumó la quinta victoria al hilo y terminó el torneo mejor de lo esperado. Gimnasia se fue ovacionado por su gente.
Carlos Bianchi mira el piso y aprieta los puños. Apenas si deja escapar un ¡vamos!
por
lo bajo cuando ve que en La Plata termina el partido y Boca derrota 1 a
0 a Gimnasia. Se acomoda los lentes el Virrey, se emprolija el saco
gris, felicita a su equipo y entra al vestuario sonriendo. El técnico
tiene esa mueca porque pese a las ocho bajas por lesiones y suspensiones
(y a las voces que auguraban que con River en el medio Boca iría a
menos), su equipo ganó su quinto partido en fila, terminó el torneo con
ocho juegos sin caídas, entró a la Sudamericana y finalizó como
subcampeón, pese a que jamás peleó por el título de cerca porque falló
en los juegos clave.
Es mucho para cualquiera, pero en un Boca de mentalidad exitosa, sabe a poco.
Del
otro lado, Troglio grita sin parar, le hace ademanes a Monetti
(ovacionado por los hinchas pese su error de hace siete días) que vaya a
buscar el último centro de la noche y salta a la distancia al mismo
tiempo que todos sus jugadores, como queriendo cabecear el aire. Pero se
resigna cuando ve que Dino Castagno, esa grata aparición en la defensa
visitante, despeja con firmeza como en todo el partido. Igual aplaude el
DT cuando todo se termina. Entra a la cancha y abraza la nostalgia de
las despedidas a Franco Mussis mientras recibe la ovación de los
hinchas. Todo ocurre pese a que su equipo, líder hace 3 fechas, perdió
la chance de ser campeón porque sacó uno de los últimos nueve puntos.
Parece poco, pero en un Gimnasia que sólo pensaba en la permanencia, sabe a mucho.
En el último partido de ambos, el Boca remendado y flúo, ganó porque el chiquitín
Luciano Acosta dibujó un lindo gol de emboquillada sobre Monetti tras
un buen pase de Sánchez Miño; porque la defensa, pese a las pifias de
Claudio Pérez, se mantuvo firme; y porque en el medio, Bravo se terminó
de ganar el puesto y Colazo (pese al gol que erró con el arco libre en
el final) se afianzó como esa arteria clave para defender y atacar. Ganó
Boca (y al final, si hubiese estado más fino, lo pudo hacer por más
goles) porque a Gimnasia le faltó atrevimiento para romper su libreto
timorato y se repitió en centros imprecisos.
Al cabo, entre sus
sinsabores, todo terminó entre sonrisas para los dos. Y eso, en un
fútbol argentino tan irregular, no está nada mal.
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