domingo, 28 de octubre de 2012

EL COSTO COLECTIVO DE LA POBREZA

Problemas graves. Big Bang en puerta

Los ingresos informales, en ese 25% de hogares más pobre, componen más del 40% del total de los ingresos. Una trilogía sistémica, jóvenes que no trabajan ni estudian, hogares pobres, ingresos informales. Es imposible no considerar la cuestión de la equidad. No es medianamente equitativa una sociedad que arrastra estos problemas y no se ha propuesto un ataque frontal.
Autor: Carlos Leyba Economista Especial para época
En la Ciudad de Buenos Aires, a lo largo de los últimos 30 años, ha ido creciendo el número de mendigos. Presentes durante el día, en las principales calles, muchos pasan la noche bajo los dinteles de las puertas.
Por ejemplo chicos que, en los ‘80, abrían las puertas de los taxis en Corrientes y Florida o Diagonal Norte hoy son abuelos jóvenes; y algunos siguen allí. En Callao esquina Arenales, encontré un muchacho de veinte años y presentación esmerada, sentado en la vereda y su bebé sobre su pecho. Estiraba sus manos pidiendo una limosna. No es un abandonado. Lo vi crecer. Lo recuerdo de guardapolvo blanco; y también a sus hermanas mayores y a su madre, pidiendo al lado de la panadería. Parte de su vida ha sido la calle y la mendicidad heredadas. Y es probable que su hijo corra la misma suerte. Una vida parecida a muchas otras. La sociedad no le ha ofrecido otra vida. No es el único caso ni tampoco una muestra representativa. No recibió, no percibió nada mejor para hacerse otra vida.
¿Es una elección vivir en la calle de la mendicidad? Por vivir como vive no le causa daño a nadie. Pero por vivir como vive ¿no le hemos nosotros causado un enorme daño? Podemos decir: no son muchos. Y si es así, siendo pocos, qué es lo que nos impidió hacer lo necesario y a tiempo. O qué es lo que nos impide hacerlo ahora. Y si fuera difícil. Porque son muchos, ¿no sería peor dejarlo así y por lo tanto, es una cuestión prioritaria?
No tenemos estadísticas acerca de estos chicos que viven en la calle y de la mendicidad.
Pero sí sabemos - por la Encuesta Permanente de Hogares - que más de la mitad de los menores de 17 años pertenecen al 25 por ciento de los hogares de menores ingresos. Un cuarto de los hogares son pobres, midamos como midamos. Son esos hogares los que tienen a cargo el crecimiento y la educación del 50 por ciento de nuestros jóvenes. Los jóvenes son pobres. La pobreza es joven. ¿Y el futuro?
¿Qué pasa por ahí? Cumplidos los 16, la mitad no asiste a la escuela. En esos hogares vive el 60 por ciento de los que no asisten a la escuela. El 75 por ciento de ellos no llegó a los 10 años de escolaridad. Entre los jóvenes de esos hogares más del 9 por ciento ni estudia ni trabaja. Esta sociedad no le ofrece nada mejor: ni estudio ni trabajo; un mal que se acumula desde hace muchos años.
Almas generosas patrullan las calles entregando calidez, ropa, alimento. No terminan con la necesidad. La pobreza, y todas sus derivas - incluida la gente de la calle o la deserción escolar - no son un problema individual sino colectivo. Un problema sistémico, algo que la sociedad produce y que se reproduce a partir de su propia existencia.
Y los problemas colectivos, sistémicos, requieren de soluciones, políticas, colectivas, globales, diseñadas y ejecutadas por el Estado.
No lo hemos hecho. Todas las políticas de transferencias de fondos; de subsidios; de ayudas estatales; tienen la misma característica que la abnegada actitud de miles de voluntarios, las sociedades de damas de beneficencia o las organizaciones de caridad. Muy bien. Felicitaciones. Pero no logran evitar la reproducción porque la producción está en la estructura. Que es la misma que genera el trabajo en negro.
Los ingresos informales, en ese 25 por ciento de hogares más pobre, componen más del 40 por ciento del total de los ingresos. Una trilogía sistémica jóvenes que no trabajan ni estudian, hogares pobres, ingresos informales.
Es imposible no considerar la cuestión de la equidad. No es medianamente equitativa una sociedad que arrastra estos problemas y no se ha propuesto un ataque frontal. Tony Judt en “Algo va mal”, Taurus, 2011, ilumina: “La desigualdad es corrosiva. Corrompe a las sociedades desde adentro, la delincuencia aumenta y las patologías debidas a las desventajas sociales se hacen cada vez más marcadas”.
Este es el problema de mayor compromiso de largo plazo que debemos encarar los argentinos. Para nosotros, por lo que fuimos como país, es un viaje de retorno.
Desde la última presidencia de Juan Perón el crecimiento de la pobreza ha sido exponencial. Cuando muere Perón las personas pobres no alcanzaban a un millón de personas y hoy difícilmente sean menos de 8 millones. Fueron más. Mucho más.
Pero este último número se ha vuelto rígido.
Empezar por negarlo es un pésimo diagnóstico. La consecuencia de ese diagnóstico equivocado es la política de los pagos de transferencia. Se trata de proveer de más consumidores al sistema. No de más productores para resolver problemas de productividad económica y social. Más consumidores es una decisión destinada a sostener un aparato. Más productores es una decisión destinada a transformar un aparato. Y es el aparato lo que reproduce la pobreza. ¿Qué aparato?
A la muerte de Perón el capital por persona ocupada, las herramientas que ayudan al trabajo a producir, era un 3,7 por ciento mayor al de 2011. Tenemos menos herramientas. Y esas herramientas y esas personas trabajando, lo hacían en una industria que representaba el 22,8 por ciento del PBI. Ahora, 2011, la industria representa el 16,1 por ciento. País descapitalizado y desindustrializado. Imposible negarlo.
Esa es la esencia del “aparato” generador de la decuplicación del número de personas bajo la línea de pobreza. Como causa del futuro, como entraña del presente, marca tendencias que son negativas.
Poco capital o baja inversión o inversión por debajo de lo necesario, es una proyección negativa. Pero esa proyección negativa se transforma en tendencias negativas hacia la distribución porque implica menor industrialización. Y todo se amplifica si la pobreza de los jóvenes anuncia la pérdida de la posibilidad de formación para tener una sociedad laboral más calificada.
No se puede dejar de mencionar la colosal fuga de inversiones que se esconde detrás de la fuga de capital. Esa fuga es ahorro que no se ha convertido en inversión ni pública ni privada. Hablamos de lo que importa. Lo que hay que remover es la condición de dependencia de una energía insuficiente para el crecimiento; y un sistema de transporte que falla por los cuatro costados. La suma hace ineficiente a toda la infraestructura y traba cualquier proceso de inversión reproductiva privada. Y eso consagra la primarización que rinde dólares pero que no contribuye per se a resolver los problemas de productividad urbana o de equidad social.
Pero así como el excedente ha fugado, dejando al país sin las inversiones necesarias y posibles, el empleo se ha deteriorado en cantidad y calidad; de ahí el trabajo en negro y la pobreza.
Según el Ministerio de Trabajo las personas ocupadas en el Tercer Trimestre de 2003 alcanzaban a 12,9 millones. Y al Primer Trimestre de 2012 habían aumentado a 15,6 millones. El PBI aumentó, en ese período, el 84 por ciento mientras que el aumento en el número de personas ocupadas fue 21 por ciento. El promedio de la inversión sobre el PBI durante la gestión K fue de 21 por ciento. La conclusión es que, por su origen, el crecimiento fue poco eficaz en la creación de empleo. Y poco asociado a más inversión. En todo caso la inversión no fue orientada a la reproducción sino más bien a la construcción. Y ese empleo está fuertemente condicionado por la informalidad que es una enorme proporción del total de las personas ocupadas.
Escasez de inversión y problemas de empleo y problemas de formación en los jóvenes.
El enorme número de personas que viven en condiciones de pobreza y son pobres de futuro, marcan un costo colectivo en términos de producto potencial. Y el producto potencial - lo que podemos generar - es lo que nos asegura o nos entrampa, respecto del progreso.
Argentina hoy se enfrenta - más allá de los años de crecimiento y de la soja; y del alivio en el pasivo financiero del Estado más allá de los conflictos como La Fragata y los embargos - a una deuda social y de infraestructura gigantesca; y a un atraso colosal en materia de inversión.
Y eso a pesar de haber generado un excedente monumental. ¿Qué hicimos para evitar la contradicción entre excedente abundante e inversiones raquíticas?
La política es la primera responsable. No se puede culpar ahora a algún poder extranjero ni al FMI. Y la debilidad política de los opositores es tan notoria, atomizados y distintos, que las más de las veces son funcionalmente aliados a quien gobierna. Puede que a regañadientes. Pero es difícil no computar como fuerzas afines en lo que cuenta a Hermes Binner. Y no está lejos el radicalismo gracias a los oficios de Enrique Coti Nosiglia. En realidad hay un bloque político sólido que no puede alegar dificultades políticas, ni internas ni externas, para llevar a cabo sus decisiones.
¿Cómo enfrentará en términos políticos este Gobierno esos problemas gravísimos que realmente amenazan el progreso colectivo? Nos referimos a la pobreza, la carencia de inversiones, la baja productividad social y económica y la escuálida productividad de la democracia como decía Carlos Auyero.
Dos imágenes que refieren dos estilos. Cuando es necesario atrapar al puma cebado que arriesga la vida de todos, los vecinos se organizan en rastrillaje: se suman todos, desde los cuatro puntos cardinales para dar con el paradero del enemigo y acabar con él. Otra es la estrategia del cazador solitario. El que sabe que no cuenta con, o no quiere, el aval de todos porque su combate es “a por la pieza”. Buscará el tiro certero propio para una victoria propia y exclusiva. Veamos.
El peronismo, el Movimiento Nacional y Popular policlasista, con su vieja columna vertebral del sindicalismo y el posterior reemplazo de cadera constituido por las jefaturas territoriales del conurbano bonaerense; y los gobernadores; responde a la imagen del rastrillaje. Suma a todos para enfrentar al problema. La doctrina de Perón dice “nada importante afuera”. En esta etapa del peronismo, kirchnerismo o cristinismo, ha optado por enfrentar al enemigo con el núcleo íntimo y duro de la Casa Rosada. Cazador solitario.
Se acabaron los aliados, los vecinos, sólo importan los leales a la reelección.
Hoy el oficialismo, bajo CFK, orientado por Carlos “Chino” Zanini;, se define por un grupo de acción y militancia política integrado por La Cámpora, La Jauretche, la Corriente Peronista, JP Descamisados, Kolina, Movimiento Evita, el Frente Transversal, La Güemes, Miles, el Frente Grande, Nuevo Encuentro, La Tupac y La Colectiva, entre otros.
Los líderes son Andrés Larroque, Emilio Pérsico, Luis D’Elía y Milagro Salas. Son “Unidos y Organizados”. Sin la columna vertebral ni el reemplazo de cadera. Esta nueva estructura tiene cabeza y piernas propias. Los votos son de CFK. “Hoy todo kirchnerista que se precie y tenga ganas de participar políticamente debería acercarse a esa formación en obra y construcción” escribió Hernán Brienza en Tiempo Argentino, el órgano de prensa más oficial del oficialismo.
El diagnóstico de la élite K es que el sindicalismo y los que tienen poder territorial (gobernadores e intendentes del Gran Buenos Aires) han sido cooptados por el poder económico que es, a criterio de Unidos y Organizados, el responsable de nuestras desgracias.
Por eso se pregunta Brienza, ¿que “tiene que ver la política nacional kirchnerista con lo que estoy viendo en esta provincia o en este municipio”? Dice “no son muchos los gobernadores que tienen vocación para enfrentarse con las corporaciones económicas que dominan a esas provincias” “todo lo peronista no es kirchnerista, tampoco todo lo kirchnerista es necesariamente peronista. Por lo tanto, lo estrictamente kirchnerista es Unidos y Organizados”.
El mensaje es claro: son columna vertebral, ojos, oídos, manos, piernas, sentidos y la inteligencia del cristinismo. Vienen a reemplazar a la columna vertebral y al poder territorial del viejo peronismo y eso se define en 2013.
Son Milagros, el Cuervo, Pérsico, D‘Elia, los que relatarán como sigue esto. Y como se logrará multiplicar la inversión, industrializar y eliminar lo que reproduce la pobreza.
Si lo logran, el peronismo - tal como lo conocemos - habrá desaparecido. Todo empieza a jugarse ahora. El resultado de 2013 será decisivo. Pero si logrado el poder, tal como aparece hoy en el horizonte, la inflación sigue, la pobreza no amaina, y la inversión huelga, la suerte los va a tornar desunidos y desorganizados. Ojalá que no sea así.
Porque todos los fracasos son malos. Y peores cuando reducen el producto potencial. Que es lo que ocurrirá si no se resuelven los problemas.
De todos modos el último trimestre del 2012 será difícil. Octubre no fue fácil. Noviembre puede ser peor. Y diciembre nos asegura el choque de planetas. Un Big Bang puede parir un nuevo mundo. O no.

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