martes, 20 de noviembre de 2012

La situación fiscal no admite jubileos

Todos los procesos políticos declinan en Argentina por la misma razón -la economía- y el kirchnerista no es una excepción. Lo que cambió en apenas un año es precisamente eso: antes de las presidenciales la economía fue acelerada al máximo para garantizar el triunfo de la presidente Cristina Fernández. La jugada salió perfecta, pero llegó la etapa del ajuste -que se niega de palabra, pero existe en los hechos- y sus consecuencias políticas no se están haciendo esperar.
Autor: Por Sergio Crivelli
El multitudinario pataleo de la clase media del 8N obedeció en un 90% a esa causa. La economía está casi parada, la inflación y los impuestos se comen el salario y la Presidente no da señales de que piense cambiar. Al contrario, dice que ‘no aflojará‘ e invoca una presunta misión histórica para justificar su falta de reacción. Es esta negativa a modificar el rumbo lo que potenció el enojo colectivo.

Pero la rigidez presidencial no obedece a simple obstinación, sino al poco margen de maniobra. La jefa de Estado hizo todo lo posible para aplacar a los descontentos eliminando el impuesto a las ganancias para la segunda cuota del aguinaldo y obtuvo un rédito político nulo. Con esa decisión demostró que la situación fiscal no admite jubileos en momentos en que se está recortando el gasto (crece a poco más de la mitad de 2011) y se necesita aumentar la recaudación.

Con la economía a marcha lenta la inflación ronda el 25%. ¿Qué ocurrirá con los más de 2 mil millones de pesos que dejará de recaudar en diciembre el fisco y se volcarán al consumo? Seguramente irán a los precios que ya no hay Moreno que consiga controlar.

Las desventuras del Gobierno, sin embargo, no se limitan a la economía, porque la dirigencia opositora está percibiendo el momento de debilidad y actuando en consecuencia. José de la Sota lo hizo brutalmente en Córdoba (con un estilo casi ‘camporista‘) a expensas de la ministra de Industria Débora Giorgi.

Y la respuesta a la jugada del Gobernador fue más significativa que la propia jugada. Sólo lo atacaron los que rodean a la presidente -Lorenzino, De Vido, Abal Medina-, mientras sus colegas y los principales dirigentes peronistas hacían un estruendoso silencio.

Otro caso significativo es el de Daniel Scioli, el mejor candidato presidencial para 2015 en todas las encuestas si la re-reelección fracasa.

El Gobernador bonaerense está en pleno silencio de radio, pero sus funcionarios, no. Su jefe de gabinete, Alberto Pérez, cuestionó el paro docente lanzado en la provincia por el líder sindical Roberto Baradel y le atribuyó causas políticas. Más aún, lo ligó con Martín Sabbatella, la nueva estrella en el firmamento cristinista y brazo ejecutor de lo que se supone será la ofensiva final del gobierno contra el ‘Grupo Clarín‘. Ni Pérez habló por Pérez, ni Sabbatella ‘cobró‘ por ser Sabbatella.

Todo esto mientras las noticias económicas no dejan de echar sombras sobre la esperada recuperación para el año próximo: los problemas con la Justicia norteamericana por los fondos buitres, la falta de dólares, la reducción de las reservas, la alarmante declinación de la soja, las dificultades para conseguir inversores en YPF, etcétera.

A esta altura parece claro que el peronismo se hizo a un lado hasta que el panorama aclare y que dirigentes que habían bajado su perfil como Mauricio Macri y trataban de sustraerse a la furia de la Casa Rosada comienzan a animarse a dar un paso al frente.

El jefe de Gobierno porteño anunció que se hará cargo del subterráneo con la intención evidente de diferenciarse de la Presidente. Su gesto fue claro: lo que ‘ellos‘ no pueden gestionar, lo gestionaré yo.

Resta averiguar si lo logrará, porque el servicio está muy deteriorado y no puede esperar un centavo del Tesoro Nacional. Pero para los políticos la realidad importa menos que las expectativas de poder que en este momento parecen alejarse de la Presidente y alentar la audacia opositora.

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